La única forma de proteger la democracia es con la verdad
Home Opinión

Jueves 27 de Octubre del 2022

Pedro Castillo y Vladimir Cerrón, desnudando la miseria de la clase política peruana

Autor: Gerardo Aspillaga


Desde que somos Republica el estado ha sido el botín de quienes ostentan el poder, hoy por la torpeza e inexperiencia de Castillo la podemos ver en toda su magnitud


Pedro Castillo y Vladimir Cerrón desnudando la miseria de la clase política peruana


El actual gobierno de Pedro Castillo y el partido Perú Libre, de Vladimir Cerrón, están desnudando, a la clase política peruana. Siempre hemos sabido el accionar de los partidos políticos, pero tres de los ultimos cinco presidentes no tenían partidos, sino movimientos políticos nacidos para competir en las elecciones presidenciales. Ni Toledo, ni Humala, ni Pedro Pablo Kuczynski se debían a un partido, por ello no abrieron las puertas y ventanas de la administración publica para cumplir con sus bases, como si hizo Alan Garcia y el aprismo, y ahora Perú Libre. Hoy, gracias al dúo Castillo-Cerrón, sabemos cómo se organizan los partidos cuando alcanzan el poder.

No es nuevo que un presidente que accede al poder busque despedir a funcionarios públicos de carrera para poner en su lugar a incondicionales del partido o del caudillo político. Alan García, quien tenia sobre si la pesada carga de su primer gobierno, donde además de casi destruir la economía peruana inflo el presupuesto publico del estado contratando a militantes del partido aprista, no despidió funcionarios durante su segundo gobierno, sino los invito al retiro voluntario.

Aun se recuerda como con Alan en su primer gobierno entraron a los colegios profesores con 5to de secundaria, que tenían un pobre desempeño académico. Muchos colegios tenían exceso de auxiliares de educación. En algunas empresas publicas había dos secretarias para una sola oficina, ni que decir de empresas deficitarias publicas donde el carné aprista incremento el déficit al duplicar su plantilla.

Pero ese era el Alan García de los 80´s, el que regreso al poder el 2006, no podía volver a contratar personal con carné aprista en estamentos donde no se les necesitaba, así que la genialidad, para el mal, de Alan busco deshacerse de los funcionarios públicos de carrera, les bajo el sueldo a todos, incluido el mismo presidente. Muchos funcionarios tuvieron que renunciar y buscar empleo en el sector privado. Esos puestos vacantes fueron ocupados por apristas, que prontamente desquitaron su bajo sueldo. La fiscalía y la contraloría de la republica han dado cuenta de decenas de funcionarios apristas que recibieron coimas durante su gestión. Los mas notorios es el grupo ligado a Odebrecht y el tren eléctrico, a quienes se les descubrió cuentas en Andorra.

Pedro Castillo ha querido hacer la misma jugada de Alan García del 2006, pero ha sido más directo, fue despidiendo a funcionarios públicos, y poniendo a correligionarios de Peru Libre o a sus amigos. El problema para Castillo es que la administración pública desde los tiempos de Alan, para protegerse de estos presidentes que creen que el estado es una agencia de empleos del partido, puso cortafuegos, vallas, para que nadie sin idoneidad académica y profesional pudiera ser contratado solo por ser del partido o amigo del presidente. Esto ha impedido que Perú Libre cope las instituciones del estado.

El Pueblo, ¿la victima de siempre?

Hoy nos llama la atención que Castillo, el hombre del pueblo, haya disminuido el numero de becas universitarias para estudiantes de bajos recursos, en parte porque que ha puesto a sus amigos, incapaces, y en parte porque el prepuesto de PRONABEC se ha incrementado para pagar remuneraciones laborales, o pagar a privados que en lo que va de este régimen han subscrito convenios ventajosos con el PRONABEC, reduciendo los aportes que deberían estar destinados para las becas.

Algo parecido hizo Alan García con el programa Juntos, que beneficiaba a las familias más pobres, cientos de apristas fueron contratados en el programa Juntos, lo mismo sucedió en SEDAPAL. Ambas entidades del estado vieron incrementadas sus planillas y reducido el número de beneficiarios, madres de familia con hijos, que recibían dinero en efectivo con la condición de enviar a sus hijos al colegio y pasar revisiones médicas, esto en el caso Juntos. En el caso de SEDAPAL, la entidad ya sabemos nunca pudo cumplir con extender a las zonas más pobres sus servicios de agua y alcantarillado.

Si como hemos mencionado la administración publica ha conseguido en parte impedir que las huestes de Castillo y Cerrón, cuales mongoles, arrasen con las instituciones del estado, no es difícil de imaginar que la próxima victima del congreso sea esta. La extrema derecha peruana, que hoy tiene mayoría en el congreso, está más alineada a la dupla de gobierno, de lo que imaginamos, vienen votando desde el año pasado para desarmar el estado que ellos consideran Caviar. La SUNEDU es solo uno de los tantos organismos del estado que no les agrada, porque no soportan órganos independientes que no se deben al poder de turno, sino que son autónomos, y solo tienen un cometido, supervisar al poder, en este caso a las universidades, cuyos rectores por décadas, aun siendo universidades sin fines de lucro, se asignaban sueldos millonarios, en detrimento de la calidad de la enseñanza. O como sucede hoy en la Universidad San Marcos, el poder absoluto de la rectora le permite no dar cuentas sobre los múltiples casos de corrupción de los exámenes de ingresos desde que ella esta a la cabeza de la decana.

En suma, no es solo Castillo y Cerrón el problema, es el sistema político peruano. Aunque la extrema derecha e izquierda no les guste, los llamados caviares han sido eficientes en la administración pública, solo donde el poder político impone funcionarios leales al partido es que se han sucedido casos de corrupción. La gran tarea del próximo presidente y congreso, sino resultan ganadores los mismos políticos corruptos de siempre, debe ser institucionalizar la carrera publica, que ningún carné partidario valga más que un titulo académico, un largo historial profesional sin manchas de corrupción. Deberíamos acabar con los cargos de confianza, y hasta con los asesores de los congresistas, que en vez de mejorar la calidad del ejecutivo y el congreso lo corrompen.


El Autor

Gerardo Aspillaga