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Domingo 05 de Enero del 2020

El eterno conflicto irani estadounidense la guerra necesaria

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El eterno conflicto irani estadounidense la guerra necesaria


Vivimos tiempos violentos, pero no son tiempos de vastas guerras. Las últimas generaciones no conocen la guerra, no saben lo que lleva al enfrentamiento de ejércitos de dos o más países; ni como la guerra provoca el ánimo nacionalista de millones dispuestos a luchar por su patria; ni entenderán que en una guerra ambos bandos luchan por la aniquilación de su oponente. Las guerras son terribles, y solo generan muerte y destrucción.

Sin embargo, muchas veces las guerras son necesarias, aunque quienes las provoquen no necesariamente invoquen a las armas por motivos altruistas.

Donald Trump no es Franklin Delano Roosevelt. Trump no se conmueve ante el flagelo que ejercen los Ayatollah sobre su pueblo. Ni el mundo parece tener en claro el peligro que corre no solo medio oriente sino todo el mundo ante un estado totalitario como el iraní, que, junto con Rusia y China, se esforzaron en mantener en el poder a Bashar al-Assad, sin importarles que en ese intento decenas de miles de sirios murieran, y que millones debieran escapar de su propio país.
 
Un estado totalitario puede ser fascista como era el Nazi, comunista como era la URSS de Stalin, o puede ser teocrático como lo es Irán desde 1979. A ello súmenos la China actual, el estado totalitario más poderoso que ha existido en la tierra, la segunda potencia mundial, que tiene un nuevo emperador: Xi Jinping. Como todo dictador Jinping cambio las reglas de juego, enmiendas a la constitución le llaman, para poder ser indefinidamente el presidente de China. El poder concentrado.
 
En este escenario el peor presidente que podía tener Estados Unidos era Donald Trump, alguien a quien le importa poco la escena internacional, menos está comprometido con la paz mundial, ni jamás se erigió como el campeón de las libertades y democracia mundial. Trump solo es un empresario en la casa blanca. Y, sin embargo, hoy es el hombre que necesita el mundo, y la democracia, para hacer frente a una amenaza latente, como es Irán, Rusia y China. Podríamos sumar a Turquía empecinada con Recep Tayyip Erdogan en acabar con el estado laico turco.
 
Winston Churchill antes de estallar la II guerra mundial prevenía a los británicos sobre la amenaza de Hitler, recomendaba armarse y detener el expansionismo alemán. La mayoría no lo entendió, y creyó que Hitler no era una amenaza, podía perseguir judíos, asesinar a sus opositores politicos, convertir a Alemania en un gran cuartel militar, pero no le temían.
 
Como hoy nadie parece temer el poder de China, que gracias a occidente es la segunda potencia del mundo, y si alguien pensó en 1979 cuando comenzaron a llegar las inversiones a China, que impulsar el capitalismo chino llevaría, en un futuro cercano, a la democracia, se equivocó. Sucedió todo lo contrario, el Partido Comunista Chino se hizo más poderoso, y más totalitario. Hoy está en capacidad de perseguir a sus disidentes politicos gracias al uso de la tecnología, lo que parecía ciencia ficción es una realidad.
 
Ni Hitler o Stalin hubieran podido soñar con el poder que tiene Xi Jinping sobre su población, con el control que tiene sobre cada habitante de la Republica China, y con el poder económico que ostenta, que hace innecesario intervenir militarmente países, como en el pasado, lo que necesita es sus recursos y tiene suficiente dinero para corromper funcionarios que le permitan privilegios. El dinero chino es el que ha provocado la hecatombe social venezolana. Ha dado vida a un moribundo como Maduro y sus fieles al socialismo siglo 21, y con ello ha provocado una hecatombe social, con millones de auto exiliados por la pobreza y la violencia.
 
Venezuela y Siria deberían ser los espejos donde nos miremos en los próximos años, China, Rusia e Irán estarán al lado del dictador que les asegure fidelidad, y no dudarán con dinero o armas legitimar a cualquier tirano, permitirle masacrar a su población, solo por mantener a su aliado en el poder.
Muchos dirán que Estados Unidos lo hizo después de la II guerra mundial hasta la caída de la URSS, imponer presidentes, dictadores, no mirar cuando estos amigos de la gran potencia mundial usaban la fuerza para imponerse, y hasta recibieron apoyo económico e instructivo cuando fue necesario, como el campo de instrucción en panamá donde muchos represores del continente aprendieron a torturar disidentes politicos.  
Aquello es pasado, solo un idiota puede creer que el invocar aquel pasado sombrío de los Estados Unidos legitima a sus oponentes. China es una dictadura, y ha probado que no tiene intenciones de promover la democracia en el mundo, sino su sistema de partido único, donde un solo individuo tome el control total del país.  
Para sus intereses Maduro o Bashar al-Assad son sus mejores cartas, Irán también lo es, no solo es el petróleo, sino la influencia que ejerce en el medio oriente, su poder militar y potencial industrial.
 
Irán es un modelo de sistema totalitario novedoso para occidente, que desde hace siglos escapo de la influencia religiosa. Si antes temíamos al comunismo que imponía la dictadura del proletariado, ahora tenemos el modelo de estado teocrático, que se rige por la religión, y no por las leyes que protegen al ciudadano. Aquel sistema, donde la religión y los valores nacionalistas están por encima de todo, es lo que Erdogan en Turquía, o el nacionalismo hindú de Narendra Modi, también reivindican.  
Ante Irán el resto de países del medio oriente, como Arabia Saudita o Iraq, palidecen, es un gigante dormido por el opio de la religión. China y Rusia que, si consiguen que aquella nación se abra a ellos, tendrán un aliado de peso, que será de gran utilidad en los próximos años o décadas, cuando el mundo se divida entre países totalitarios y democracias. Si, la misma disyuntiva que condujo a la guerra más mortífera que haya conocido el mundo, la II guerra mundial. La respuesta iraní, y la firmeza o flaqueza que tenga Trump, será una repetición de aquel encuentro de Chamberlain y Hitler, el primero buscando obsecuentemente la paz, y el segundo ocultando sus planes de avasallar Europa y el mundo.  
Las cosas están claras, Trump no busca liberal Irán, sino un golpe efectista que asegure el fracaso del Impeachment y su reelección. Sin embargo, el mundo si necesita una respuesta contundente de Trump que acabe con la influencia siniestra que ejerce Irán y sus aliados en el mundo. Y si quiere ir más allá, acabar con la otra teocracia, Arabia Saudita, que en las últimas décadas ha financiado grupos fundamentalista, que a propósito o sin proponérselo mutaron en grupos terroristas.


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