Drácula de Bram Stoker: El nacimiento de una leyenda inmortal - Literatura | Razón y Saber



Miercoles 31 de Diciembre del 1969

Drácula de Bram Stoker: El nacimiento de una leyenda inmortal

Autor: Margot Alexander


El verdadero origen de Drácula, la obra maestra de Bram Stoker publicada el 26 de mayo de 1897, su éxito en vida, su legado en la literatura de terror y cómo se convirtió en un ícono cultural del siglo XX.


En el año 1897, el escritor irlandés Abraham “Bram” Stoker publicó en Londres la primera edición de Drácula, una novela que, aunque en su momento no causó un furor inmediato, con el tiempo se convirtió en una piedra angular de la literatura gótica y del imaginario colectivo sobre los vampiros. A más de un siglo de su publicación, Drácula no solo sobrevive: se reinventa constantemente, como su propio protagonista.

Este artículo repasa los orígenes, influencias y legado de la obra más famosa de Stoker, desde su creación hasta su impacto duradero en la cultura popular, el cine, el teatro y la academia.

 

El contexto de su creación

Bram Stoker no fue un autor desconocido. Durante su vida, publicó 17 novelas, aunque ninguna alcanzó el renombre de Drácula. En realidad, Stoker comenzó a escribir como una forma de complementar sus ingresos como gerente del famoso actor Henry Irving, con quien trabajó en el Teatro Lyceum de Londres.

El interés de Stoker por lo exótico, lo oculto y lo sobrenatural no era raro en la época victoriana. Las historias de fantasmas, los relatos de ultratumba y el folclore europeo estaban en auge, en especial dentro del género gótico. En este ambiente cultural fértil, Stoker fue moldeando su obra más ambiciosa.

Una de las influencias clave fue su amistad con el viajero húngaro Ármin Vámbéry, quien compartió con él historias sobre Europa del Este, los Cárpatos y la cultura eslava. Este personaje incluso aparece en la novela como “Arminius, de la Universidad de Buda-Pesth”.

 

Investigación y escritura: entre bibliotecas y mitos

Stoker trabajó en Drácula durante siete años (de 1890 a 1897), investigando meticulosamente en la London Library. Se han identificado al menos 25 libros consultados por él para documentarse, lo cual demuestra su enfoque casi académico para construir una obra convincente.

Inicialmente, el vampiro protagonista iba a llamarse “Count Wampyr”, pero el nombre cambió tras encontrar un libro sobre Vlad Drăculea, también conocido como Vlad el Empalador, un príncipe valaco del siglo XV que inspiró el nuevo título: Drácula. Aunque hoy muchos creen que Vlad fue la base del personaje, los estudiosos coinciden en que Stoker apenas utilizó elementos de su biografía más allá del nombre.

 

Publicación y recepción inicial

La primera edición de Drácula fue publicada por Archibald Constable and Company en Londres, el 26 de mayo de 1897. Ese mismo año, se lanzó una edición colonial dirigida al mercado británico en el extranjero, y en 1899, fue publicada en Estados Unidos por Doubleday & McClure Co.

Aunque Drácula no fue un fenómeno editorial como lo serían otras novelas de la época, tuvo buenas ventas y críticas positivas. Escritores como Arthur Conan Doyle la elogiaron, y periódicos como el Daily Mail y Punch la describieron como “la más extraña de las historias extrañas”. Sin embargo, no fue un éxito descomunal. Stoker incluso tuvo que recurrir al Royal Literary Fund en 1911 para pedir ayuda económica, un año antes de su muerte.

 

Del papel al escenario: la lucha por el legado

Antes de fallecer, Stoker escribió una versión teatral de su novela, que apenas se leyó una vez en el Lyceum Theatre para establecer derechos de autor. El verdadero impulso llegaría después de su muerte, cuando su viuda Florence Balcombe se convirtió en defensora del legado de su esposo.

En 1922, el director alemán F. W. Murnau realizó la icónica película Nosferatu, una adaptación no autorizada de Drácula en la que el personaje se llamaba “Conde Orlok”. Florence demandó a los productores y ganó el juicio, exigiendo que se destruyeran todas las copias. A pesar de ello, algunas sobrevivieron, lo que permitió que Nosferatu pasara a la historia como un clásico del cine expresionista.

 

El salto a Broadway y la llegada de Lugosi

En 1924, Hamilton Deane adaptó la novela al teatro en Inglaterra. En 1927, el productor estadounidense Horace Liveright encargó una versión para Broadway, reescrita por John L. Balderston. El actor elegido para interpretar al conde fue un húngaro desconocido para el público norteamericano: Béla Lugosi.

Lugosi no hablaba inglés con fluidez y tuvo que memorizar su papel fonéticamente. Pero su presencia hipnótica y su acento marcaron al personaje de forma definitiva. La obra fue un éxito en Nueva York y luego en todo Estados Unidos, lo que llevó a Universal Pictures a producir en 1931 la primera versión cinematográfica oficial de Drácula, dirigida por Tod Browning, con Lugosi como protagonista.

 

Drácula como fenómeno cultural

Desde entonces, Drácula ha sido adaptado cientos de veces al cine, televisión, cómic, teatro e incluso videojuegos. Su figura ha evolucionado desde el monstruo gótico hasta convertirse en símbolo erótico, antihéroe, figura trágica y metáfora de temores contemporáneos: la inmigración, la sexualidad, la enfermedad, la decadencia moral.

Críticos literarios desde los años 60 han revalorizado la obra de Stoker, en especial desde perspectivas feministas, psicoanalíticas y poscoloniales, que ven en el vampiro un reflejo de los miedos victorianos sobre el "Otro": el extranjero, el deseo reprimido, la amenaza urbana.

 

¿Fue realmente un éxito en su tiempo?

Aquí es donde los estudiosos no se ponen de acuerdo. Aunque Drácula tuvo buenas ventas y gozó de crítica favorable, no le dio a Stoker una riqueza duradera, ni fue un fenómeno comparable a obras como Frankenstein o Sherlock Holmes. Sin embargo, nunca dejó de estar impresa, fue reeditada y adaptada constantemente, lo que demuestra una persistente popularidad a lo largo del siglo XX.

En palabras del académico John Edgar Browning, Drácula fue probablemente más exitoso de lo que muchos suponen, aunque no tanto como algunos mitos afirman.

 

Hoy, Drácula no solo es una novela, sino una mitología en sí misma. Su legado literario, cinematográfico y cultural sigue tan vigente como cuando Bram Stoker plasmó en papel sus obsesiones y temores. Es un testimonio de cómo una obra puede trascender su contexto original y convertirse en símbolo eterno del misterio, el miedo y la fascinación humana por la inmortalidad.