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Martes 07 de Julio del 2020

¿Bolsonaro una victima más del coronavirus o de su retorica populista?

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En este nuevo siglo muchos pa


Bolsonaro una victima más del coronavirus o de su retorica populista


La confirmación del diagnóstico a Jair Bolsonaro, ahora es oficialmente uno más del millón 623,284 brasileños contagiados del Coronavirus, debe haber golpeado a un gran sector de la población. En estos momentos millones de brasileños que votaron por él se deben preguntar si fue coherente elegir a este ex militar, ex parlamentario, que no tenía ningún brillo académico o profesional. Lo único que resaltaba era su gran boca, era un outsider, un político que no dudaba en lanzar calificativos ofensivos a sus oponentes. Era un buscapleitos, un matón, que prometió una lucha sin cuartel contra la corrupción. Y era lo que los brasileños querían después del largo proceso judicial llamado Lava Jato, que involucraba a muchos politicos, de todos los partidos, a empresarios, funcionarios públicos, etc. Bolsonaro era la medicina para combatir la enfermedad de la corrupción. Además, se creó la imagen de hombre fuerte, que combatiría el otro gran flagelo de los brasileños, la delincuencia. No dudaba en señalar, ya en la presidencia, que el mejor delincuente era el muerto.

 

Como Johnson en Gran Bretaña, su contagio es resultado de mantener un discurso negacionista sobre los peligros de la pandemia del coronavirus. Hasta hace unos días Bolsonaro aparecía en cualquier acto público, y entre sus simpatizantes, sin mascarilla. Era consecuente con su creencia de que el virus no era peligroso, y por ende no debía la población aislarse y detener la economía, ni usar incomodas mascarillas.

Es la ley de la vida, el que no conoce a su enemigo, el que lo menosprecia, y no se prepara para enfrentarlo, siempre termina derrotado. En tiempos de guerra siempre ha sido una premisa, en tiempos de paz debió también serlo, aun cuando tu enemigo no es otra nación, sino un microscópico virus llamado SARS-CoV-2.

 

Los Populistas siglo 21

No es de extrañar que los países a los que peor les está yendo en la lucha contra el coronavirus, que a pesar de sus recursos económicos y tecnológicos se han visto impotentes ante la pandemia, sean países gobernados por presidentes populistas y nacionalistas: Trump, Bolsonaro, Narendra Modi, Putin, Johnson, López Obrador y los Ayatollas iraníes, todos tienen en común que sus países están en el top 10 de los más golpeados por el coronavirus, pero también tienen otro factor común, son líderes que desprecian la democracia, desprecian cualquier ley que limita la libertad económica, desprecian estar supeditados a tratados internacionales, como es el caso de Johnson o Bolsonaro, que hicieron campaña política acusando a la Unión Europea, y al Mercosur, respectivamente, de ser un obstáculo en el desarrollo de sus naciones. El mismo caso de Putin que acusa a occidente de impedir la expansión territorial de la madre Rusia que por derecho le corresponde.

En el caso de los Ayatollah y Modi, e incluiríamos al presidente de Turquía, Erdoğan, consideran que la religión está por encima de los principios democráticos, que dios obra en ellos, y cualquier acción que amenace a ellos y a su fe debe ser castigada. Suena terrible, en esos países se ha retrocedido siglos en derechos humanos, en la India un ciudadano puede acabar en la cárcel si mata una vaca, o ser linchado por una turba si por casualidad la atropella.

El coronavirus, como una maldición bíblica, ha desnudado aquella retórica de hombres fuertes, conservadores y que solo le deben dar cuenta a dios. Para los populistas y nacionalistas, con algunas diferencias, primero está Dios, la nación, la economía y después los ciudadanos. Esta retorica impidió que dichos países previnieran, antes que lamentar, la fuerza con la que golpearía, a sus países, la pandemia mundial. No es que no supieran que el coronavirus era mortal, sabían desde enero que los ancianos, enfermos diabéticos, y población obesa era la más vulnerable en caso de adquirir la enfermedad, lo sabían bien, y fuera de cámaras, hacían cálculos.

Los populistas tenían la idea clara, de que la población sana no corría peligro, y se convirtieron en darwinianos, el más fuerte sobrevivirá, los más débiles desaparecerán, era la ley de la naturaleza, por eso se opusieron al aislamiento de su población. Querían que la naturaleza o Dios decidiera quien iba a morir. Por supuesto no contaron que sus hospitales colapsarían, y que, aunque en menor porcentaje muchos ciudadanos que no estaban entre la población de riesgo enfermera y muriera. Simplemente su cálculo mezquino exploto en la cara de los populistas.

 

Eso explica porque en países donde sí se aisló a su población tempranamente, como Colombia o Argentina el virus no haya crecido al mismo ritmo que los países gobernados por los nacionalistas y populistas. Del mismo modo explica porque países como Perú o Chile que también aislaron a su población desde marzo, y que están en el top de 10 países con más contagios del coronavirus, la letalidad, número de muertos por contagios, es menor que en Estados Unidos o Brasil, donde el aislamiento nunca fue total. Perú y Chile, aunque crecieron en infectados, cerca de los 300 mil en cada país, consiguieron salvar a su población vulnerable, por ello el número de muertes es significativamente menor, porque el virus infecto a su población más sana, que no enfermo, e impidió que ancianos y personas con enfermedades preexistentes estuvieran expuestos. Lo que no pudieron controlar los presidentes de estas naciones, que tienen presidentes más democráticos, es la idiosincrasia de su población, que durante estos meses rompió el aislamiento. Han sido miles de chilenos y peruanos detenidos por romper el toque de queda, por reunirse sin protección, por organizar fiestas… Ciudadanos que tuvieron a sus presidentes, al estado íntegramente, trabajando en la prevención, para proteger a la población más vulnerable, y sin embargo desoyeron los consejos.

Caso muy distinto a los países gobernados por populistas donde el jefe de estado alentaba la libre circulación de los ciudadanos, mantener las actividades sociales normales, y se burlaba de los científicos que advertían de los peligros que significaba la pandemia del coronavirus.

Si todos los días tu presidente o primer ministro declara que el virus no es letal, que la economía no debe parar, la población baja la guardia y vuelve a una normalidad que no es real. Ello explica porque en Estados Unidos hay un rebrote de contagios, 50 mil cada día, en promedio, en la última semana. O en México la proporción de muertes es tan alta, el 12% de enfermos de COVID-19 fallece, prueba de que el retrasar el aislamiento comprometió la vida de su población más vulnerable. Los especialistas de la salud mexicano consideran que el número de contagios es mucho mayor, pero solo aparecen cuando están en una etapa avanzada.

El que Bolsonaro se haya contagiado del virus, como antes Johnson, beneficia a la lucha contra el coronavirus. Nuevamente un negacionista debe admitir que el virus pudo más que la retórica, y que en el mundo real quienes más gritan y alardean de ser poderosos, y su verdad es la única, deben recapacitar y entender que esta es una guerra donde los médicos y hombres de ciencia son quienes deben comandarla, no los políticos.

 

¿La democracia está en peligro?

De los 10 países con más casos de contagios, solo Iran y Rusia tienen un sistema democrático endeble, el resto son democracias con instituciones más sólidas.

¿México es una democracia?

Es una democracia imperfecta, que mantiene un sistema político permeable a la corrupción. A estas alturas, leyendo los discursos de Lopez Obrador, uno puede entender como pudo el PRI gobernar 70 años México, sin oposición. La retórica de AMLO es la misma de los priistas, dice estar preocupado por el pueblo, y busca mantener empresas públicas que en el pasado financiaron las políticas populistas del PRI, como PEMEX (Petróleos Mexicanos). Son miles de millones de dólares que cada año pierde PEMEX, que pudieron ser utilizados para mejorar considerablemente la salud en México, como la educación y seguridad nacional.


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